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El País del Fuego: Presentación

domingo, 30 de diciembre de 2018

El País del Fuego: Presentación


Muerte y fuego (1940) - Paul Klee

La idea para este espacio, en el cual quiero compartir parte de mis gustos más íntimos en el arte y la literatura, nació hace años con un blog ya cerrado que se llamaba Paideia Poiética. El nombre y la orientación del blog se me ocurrieron a partir de la lectura de un estudio sobre cultura clásica titulado Paideia: Los ideales de la cultura griega, del filólogo alemán Werner Jaeger (1888 – 1961). En este libro se explica que los antiguos griegos creían en un ideal de perfeccionamiento del ser humano a través de las artes y la cultura cívica, representado por la palabra παιδεία, que hace referencia a una forma muy especial de educación, en la cual se debía preparar a cada individuo de la ciudad desde la más temprana edad para que alcanzara la excelencia y la virtud (ἀρετή, ‘areté’).

El significado de la paideia puede tener mucho valor para nosotros hoy. En principio, el concepto comparte su raíz con las palabras griegas παῖς (‘país’) y παιδίον (‘paidíon’) que significan niño, niña y se relaciona estrechamente con la pedagogía; el arte de educar.  Digo que la paideia puede tener mucho valor actualmente porque se trata de un ideal de educación que no está puesto al servicio de intereses mezquinos. La educación hoy es vista de una forma precaria; parece que todo el sistema está construido para brindar una instrucción escasa en conocimientos aplicados que le permitan a una persona cualquiera, a través de un trabajo insípido y aburrido, insertarse como un engranaje en una máquina gigante que es la sociedad, que lo usa años y años hasta dejarlo desgastado y desecharlo por obsoleto. Es como la idea de la obsolescencia programada de los productos en el mercado (todo lo hacen para que dure cada vez menos y el consumo tenga que ser mayor), sólo que aplicada también a las personas. La sociedad nos exige cada vez más y nos retribuye con cada vez menos. En eso se ha convertido la educación: en mera preparación para perder la vida en tareas que no le permiten realizarse a uno personalmente.

De esta angustia frente a la educación nació la segunda parte del nombre de aquel blog: la poiesis (ποίησις). Se trata de un concepto griego que se puede traducir como creación (siendo muy laxos con la etimología; los puristas sabrán perdonarme). En sentido amplio, lo entiendo como un impulso creador que tiene el espíritu humano y que lo lleva a las formas más elevadas del arte y la cultura. De allí se deriva también la palabra poesía. Lo tomé para el nombre del blog inspirado en la metáfora de las tres transformaciones del espíritu en Así habló Zaratustra: el camello (cuando el espíritu es esclavo de la moral y la tradición), el león (cuando el espíritu rechaza la carga de la moral y empieza a luchar por su libertad) y el niño (cuando ya el espíritu es libre y se puede dar el lujo de crear valores nuevos propios a través del juego). El ideal de la poiesis representa precisamente el estado más elevado del espíritu humano, en el cual uno vuelve a ser como niño y se permite dudar de todo lo que le han enseñado, de los valores que le han inculcado, de la sumisión aprendida a través del miedo, y se regocija en la creación libre y arbitraria de valores nuevos, con el único propósito de divertirse y vivir de verdad.

La unión de la paideia y la poiesis dan como resultado el ideal que inspira este blog: hay que vivir educándose a sí mismo para ser libre, para llegar a ser como un niño otra vez, jugando y creando valores libremente. Ese debe ser el único objetivo de toda forma de educación. No se puede reducir a la acumulación mecánica de saberes útiles para la organización social del trabajo, pero inútiles para el espíritu. En un espacio como este, teniendo la vastísima red de información que poseemos en el siglo XXI, uno debe ser libre para apreciar y adueñarse de la cultura y transformarla en valores propios. Eso incluye la literatura, la música, el arte; buscar y rebuscar hasta descubrir esas joyas de la creación, esas rarezas que no se aprecian ya, o esas obras de culto que uno no se cansa de apreciar y a las cuales siempre se les pueden encontrar nuevas interpretaciones. Esa es la paideia poiética que inspira este espacio; un juego de creación y asociaciones libres entre las artes.

El nuevo título, El País del Fuego, es un juego de palabras en el cual quise conservar el sentido original de Paideia Poiética. La palabra país, que significaba niño en el griego clásico, la usamos hoy para referirnos a una forma de organización social y política. La mutación de este concepto es sin duda impresionante, pero en el fondo se conserva siempre el sentido original: un país es siempre un niño, es decir, un proyecto, una semilla, una posibilidad de llegar a ser a través del esfuerzo individual y colectivo de la educación y la creación; una vez más, la unión de la paideia y la poiesis. Así es como la palabra país se une a la palabra fuego, que escogí por su rima con la palabra juego (como actividad que nos representa la niñez) y por ser un símbolo de la iluminación y la creación del espíritu humano, como en el viejo mito de Prometeo. El fuego simboliza la fuerza de la poiesis, que debe alentar la vida de todos los niños, de todo el país. El País del Fuego es un niño que juega libremente; es una sociedad que se permite ser como un niño otra vez.

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