Muerte y fuego (1940) - Paul Klee
La idea para este espacio, en el cual quiero compartir parte
de mis gustos más íntimos en el arte y la literatura, nació hace años con un
blog ya cerrado que se llamaba Paideia
Poiética. El nombre y la orientación del blog se me ocurrieron a partir de
la lectura de un estudio sobre cultura clásica titulado Paideia: Los ideales de la cultura griega, del filólogo alemán
Werner Jaeger (1888 – 1961). En este libro se explica que los antiguos griegos
creían en un ideal de perfeccionamiento del ser humano a través de las artes y
la cultura cívica, representado por la palabra παιδεία, que hace referencia a
una forma muy especial de educación, en la cual se debía preparar a cada
individuo de la ciudad desde la más temprana edad para que alcanzara la
excelencia y la virtud (ἀρετή, ‘areté’).
El significado de la paideia puede tener mucho valor para
nosotros hoy. En principio, el concepto comparte su raíz con las palabras griegas
παῖς (‘país’) y παιδίον (‘paidíon’) que significan niño, niña y se relaciona
estrechamente con la pedagogía; el arte de educar. Digo que la paideia puede tener mucho valor
actualmente porque se trata de un ideal de educación que no está puesto al
servicio de intereses mezquinos. La educación hoy es vista de una forma precaria;
parece que todo el sistema está construido para brindar una instrucción escasa
en conocimientos aplicados que le permitan a una persona cualquiera, a través
de un trabajo insípido y aburrido, insertarse como un engranaje en una máquina
gigante que es la sociedad, que lo usa años y años hasta dejarlo desgastado y
desecharlo por obsoleto. Es como la idea de la obsolescencia programada de los
productos en el mercado (todo lo hacen para que dure cada vez menos y el
consumo tenga que ser mayor), sólo que aplicada también a las personas. La
sociedad nos exige cada vez más y nos retribuye con cada vez menos. En eso se
ha convertido la educación: en mera preparación para perder la vida en tareas
que no le permiten realizarse a uno personalmente.
De esta angustia frente a la educación nació la segunda
parte del nombre de aquel blog: la poiesis (ποίησις). Se trata de un concepto
griego que se puede traducir como creación
(siendo muy laxos con la etimología; los puristas sabrán perdonarme). En sentido
amplio, lo entiendo como un impulso creador que tiene el espíritu humano y que
lo lleva a las formas más elevadas del arte y la cultura. De allí se deriva también
la palabra poesía. Lo tomé para el nombre del blog inspirado en la metáfora de
las tres transformaciones del espíritu en Así
habló Zaratustra: el camello (cuando el espíritu es esclavo de la moral y
la tradición), el león (cuando el espíritu rechaza la carga de la moral y
empieza a luchar por su libertad) y el niño (cuando ya el espíritu es libre y
se puede dar el lujo de crear valores nuevos propios a través del juego). El ideal
de la poiesis representa precisamente el estado más elevado del espíritu
humano, en el cual uno vuelve a ser como niño y se permite dudar de todo lo que
le han enseñado, de los valores que le han inculcado, de la sumisión aprendida
a través del miedo, y se regocija en la creación libre y arbitraria de valores
nuevos, con el único propósito de divertirse y vivir de verdad.
La unión de la paideia y la poiesis dan como resultado el
ideal que inspira este blog: hay que vivir educándose a sí mismo para ser
libre, para llegar a ser como un niño otra vez, jugando y creando valores
libremente. Ese debe ser el único objetivo de toda forma de educación. No se
puede reducir a la acumulación mecánica de saberes útiles para la organización
social del trabajo, pero inútiles para el espíritu. En un espacio como este,
teniendo la vastísima red de información que poseemos en el siglo XXI, uno debe
ser libre para apreciar y adueñarse de la cultura y transformarla en valores
propios. Eso incluye la literatura, la música, el arte; buscar y rebuscar hasta
descubrir esas joyas de la creación, esas rarezas que no se aprecian ya, o esas
obras de culto que uno no se cansa de apreciar y a las cuales siempre se les
pueden encontrar nuevas interpretaciones. Esa es la paideia poiética que
inspira este espacio; un juego de creación y asociaciones libres entre las
artes.
El nuevo título, El
País del Fuego, es un juego de palabras en el cual quise conservar el
sentido original de Paideia Poiética.
La palabra país, que significaba niño en el griego clásico, la usamos hoy
para referirnos a una forma de organización social y política. La mutación de
este concepto es sin duda impresionante, pero en el fondo se conserva siempre
el sentido original: un país es siempre un niño, es decir, un proyecto, una
semilla, una posibilidad de llegar a ser a través del esfuerzo individual y colectivo
de la educación y la creación; una vez más, la unión de la paideia y la
poiesis. Así es como la palabra país
se une a la palabra fuego, que escogí
por su rima con la palabra juego (como actividad que nos representa la niñez) y
por ser un símbolo de la iluminación
y la creación del espíritu humano, como en el viejo mito de Prometeo. El fuego
simboliza la fuerza de la poiesis, que debe alentar la vida de todos los niños,
de todo el país. El País del Fuego es
un niño que juega libremente; es una sociedad que se permite ser como un niño
otra vez.
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