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viernes, 4 de enero de 2019

Reseña: Historia del ojo - Georges Bataille




Ficha técnica

Título: Historia del ojo (Histoire de l'oeil)
Autor: Georges Bataille (10 de septiembre de 1897, Billom - 09 de julio de 1962, París)
Editorial: Tusquets
Fecha de publicación: 1978
Primera publicación: 1928
Idioma original: Francés
Páginas: 143

Reseñar Historia del ojo es un reto inmenso por donde se mire. Es una novela corta, narrada de forma sencilla y breve. Sin embargo, encierra una profundidad psicológica tal, que se vuelve casi inmanejable a la hora de hacer un análisis coherente.  Afortunadamente, el escritor Mario Vargas Llosa, en su calidad de brillante crítico literario, realizó un extenso análisis de la obra en un ensayo titulado El placer glacial, incluido en la edición de Tusquets. Esto facilita un poco la tarea al brindar un punto de partida para el análisis, pero no puede dar respuesta (y ese tampoco debe ser el sentido de la crítica literaria) a la cantidad de preguntas inquietantes que genera la lectura de Historia del ojo. Aun sí, contar con el ensayo de Vargas Llosa resultó de especial importancia, ya que resume íntegramente los elementos más relevantes del libro y los pone en relación con su contexto literario: la confluencia entre el movimiento surrealista y la literatura gótica, que en este caso da como resultado un inquietante ejemplar del libro erótico, aunque más podría llamarse un libro maldito. Ya se verá por qué.

Sinopsis

“Fui educado solo y, hasta donde recuerdo, siempre me apasionaron las cosas sexuales. Cerca de dieciséis años tenía yo cuando conocí a una joven de mi edad, Simone, en la playa de X…”

De esta forma simple y directa comienza el libro. La acción se sitúa en Francia. El narrador, un personaje indeterminado que no revela su nombre y hace pensar en un trasunto del propio autor, nos cuenta las relaciones que mantiene con una muchacha que conoce casualmente, pariente suya lejana. Pronto tienen ocasión de explorarse. Estando solos en la casa de Simone, ella cubriendo su desnudez incitadora solamente con un delantal negro, ven un plato de leche en el pasillo puesto para el gato y sus mentes febriles se activan de inmediato. Simone lo incita para que la rete a sentarse en el plato de leche y a partir de entonces comienza un juego de obscenidades que van escalando, como si cada vez necesitaran emociones más fuertes para satisfacer un deseo que, como señala Vargas Llosa en su análisis, tiene poco que ver con la forma normal de concebir la sexualidad de los adultos.

En esta primera escena del libro se prefigura el sentido de todo lo que viene más adelante. La forma en que buscan el placer estos dos personajes está marcada por lo no convencional. No se fijan tanto en la sensualidad asociada a los genitales ni a las formas suaves y llamativas del cuerpo (con excepción del culo, un elemento protagonista en todo el relato) como lo hacen los adultos; su experiencia del placer tiene más que ver con lo infantil y con el juego de desafiar lo prohibido. La instintividad de los personajes hace que en el fondo parezcan más niños de lo que son. Para poner un ejemplo, Vargas Llosa resalta el hecho de que la penetración no existe entre ellos sino hasta un estado muy avanzado de la narración, cuando ya sus travesuras han escalado a niveles inimaginables. Hasta ese momento se habían contentado con incitarse a masturbarse en situaciones cada vez más retorcidas, incluyendo en muchas ocasiones a otras personas (la tercera escena relevante es una orgía centrada en la masturbación donde se suman varios adolescentes) y elementos del tabú escatológico que les sirven como símbolo del deseo puro: ojos arrancados, leche, orina, huevos crudos, testículos cortados…



Ilustraciones de Hans Bellmer. Técnica: Aguafuerte.


A medida que avanzan los juegos, aprenden a disfrutar los aspectos más instintivos de la sexualidad, como la violencia. Así como pasa con los niños, que juegan, se ensucian, se maltratan y se contentan a veces con el sufrimiento ajeno, Simone y el narrador se entregan a la violencia ejercida sobre los cuerpos de otros para su diversión. Ya desde el primer capítulo, describiéndonos un paisaje tormentoso frente a un mar agitado, en una noche de tinieblas y relámpagos, todo un ambiente propio de una novela gótica, mezcla de oscuridad y misterio, el autor nos muestra a estos dos jovencitos desnudos en lo alto de un risco, jugando a masturbarse y orinarse mutuamente, cuando escuchan pasos que se acercan y descubren a la inocente Marcelle, una muchachita de su edad, a la que incluyen en sus juegos por la fuerza. Nada más verla, la someten y la desnudan. Simone la besa y la acaricia, apretándola fuerte para que no se escape. En medio de su éxtasis, se revuelcan ambas en un charco de lodo mientras le dan placer al narrador y este les escupe encima saliva y semen.

La descripción de esta escena es suficiente para hacerse una idea sobre el carácter del libro. El hilo de la narración sigue de manera bastante simple, con el narrador y Simone escapándose de sus casas para intentar rescatar a Marcelle de un sanatorio donde su familia la ha internado después de que se descompensara gravemente en uno de sus juegos. Luego Simone conoce a Sir Edmond, un viejo inglés que les consentirá todos sus caprichos y los llevará en un viaje por España, permitiéndoles descubrir, de manera ciertamente impactante para el lector, de lo que son capaces estos seres que se han vuelto casi instinto puro.  





Valoración

El libro comienza mencionando las “cosas sexuales” que atraen al narrador. A primera vista uno piensa que se trata de un libro “erótico” normal. Pero al avanzar en la lectura se da cuenta de que normal es un adjetivo que no le cabe por ninguna parte. El libro en sí es como un manifiesto que proclama y reivindica los aspectos más anormales de la sexualidad; es un desafío a los convencionalismos que rodean el sexo y un desafío a nuestra idea típica de lo erótico. El mismo narrador proclama con especial claridad el sentido de los placeres a los que se entrega:

“A otros el universo les parece honesto. Les parece honesto a la gente honesta, porque tienen los ojos castrados. Esta es la razón por la que temen la obscenidad. No experimentan angustia alguna si escuchan el grito del gallo o si descubren el cielo estrellado. En general, disfrutamos de los «placeres de la carne» a condición de que sean insípidos.
Pero, ya por entonces, no cabía duda alguna: no me gustaba lo que suele llamarse «placeres de la carne», y de hecho porque son insípidos. Me gustaba lo que suele considerarse «sucio»”.

Lo sucio, lo obsceno, lo maldito incluso, son elementos centrales de Historia del ojo, que acercan la historia a la línea del Marqués de Sade y Henry Miller, y le dan el carácter de protesta contra toda la cursilería erótica del imaginario colectivo. Es rechazo contra todo lo falso y, por ende, aceptación de todo lo que es verdaderamente humano y puede llegar a dar gran placer: la orina, las secreciones, los golpes, la violación, incluso el asesinato. Son todos elementos del más primitivo placer animal, que los seres humanos se están negando constantemente en su esfuerzo por ser “civilizados”; esta es la dinámica de la represión del deseo, descrita tan bien por el Psicoanálisis y que tendrá una importancia fundamental para entender esta historia.




Sé que a estas alturas algunos estarán escandalizados pensando que lo que el libro hace es una apología al crimen y al abuso sexual. Pero no se trata de eso. Pueden estar tranquilos. Cuando la literatura, y el arte en general, representa escenas de la maldad y la perversidad humanas, rara vez se trata de una invitación a los demás para que sean malos y perversos. Al contrario, se trata de un desafío para que los lectores y los espectadores reconozcan que, muy en el fondo, en lo que pervive de su estado psíquico más primitivo, ya existen la maldad y la perversidad, y constituyen impulsos muy fuertes que todo el tiempo luchan por salir. Esta es una enseñanza central del Psicoanálisis y, como dije antes, una clave para entender el libro.


Historia del ojo, como bien lo señala Vargas Llosa, no sólo es un libro blasfemo, sino que también es un documento clínico sobre las pasiones que atormentan al autor/narrador. Entre 1926 y 1927, teniendo Georges Bataille 30 años más o menos, se sometió a un tratamiento clínico con el doctor Adrien Borel, un famoso psicoanalista francés. Por lo que deja ver el trabajo de documentación de Vargas Llosa, parece que Bataille estaba pasando una grave crisis psicológica, sexual y religiosa en ese momento de su vida, por lo cual pudo concebir la idea de escribir Historia del ojo como parte de la terapia psicoanalítica. Eso explicaría el carácter de confesión oscura que tiene el libro, así como su indagación por las formas más satanizadas de la sexualidad.




El estilo en que está escrito también llama la atención. En los años en que Bataille escribió Historia del ojo tenía una relación estrecha con el movimiento surrealista, que se había establecido en Francia en los años 20, a partir del Manifiesto surrealista (1924) de André Breton. Dicho movimiento literario surgió especialmente en la poesía y se caracterizaba por una estética cargada de elementos oníricos; la escritura estaba puesta en función del sueño y la creatividad pura, por lo cual se cargaba de una atmósfera irreal, distorsionada, tal como en las pesadillas más densas. Una de las técnicas favoritas de los surrealistas era la llamada escritura automática, un ejercicio consistente en volcar toda el alma en la obra sin establecer ningún filtro; simplemente comenzar a escribir y dejarse guiar por los fantasmas que habitan dentro de la mente. Esta técnica se inspiró en uno de los postulados centrales del Psicoanálisis, tan influyente en el clima intelectual de la época: hacer consciente lo inconsciente.

*Surrealismo: características y principales artistas (poesía y pintura): 

Por último, el gusto por lo exótico y lo terrorífico corona la estética surrealista. Las narraciones generalmente se sitúan en escenarios antiguos y como de ensueño, tomados principalmente de la novela gótica del siglo XVIII: castillos encantados, catedrales mágicas, acantilados frente a un mar embravecido, cumbres borrascosas… En Historia del ojo, uno de los primeros encuentros sexuales entre el narrador y Simone sucede precisamente en un risco frente al mar, en medio de una noche tormentosa, donde se nos describe la interacción precipitada de dos cuerpos desnudos iluminados por el resplandor del relámpago, los gritos de placer perdidos en el bramido del viento. El sanatorio psiquiátrico donde encierran a Marcelle se encuentra en un castillo antiguo y las últimas escenas del libro ocurren en una iglesia en Sevilla, donde el narrador y Simone, incitados por Sir Edmond, cometen toda clase de profanaciones.

En resumen, se trata de un libro perturbador, cuyo carácter blasfemo atrae y, como diría Poe, hiela los huesos con la feroz delicia de su horror. No es un libro recomendable para lectores demasiado escrupulosos, ni para aquellas personas que no estén dispuestas a cuestionar su pudor sexual concebido según la moral convencional. Cada escena de Historia del ojo es un reto a lo que pensamos de la sexualidad y el erotismo; una invitación constante a mirar muy dentro de la psique humana y reconocer esos horrores que se esconden en el fondo como parte esencial de nuestra naturaleza. 

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