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lunes, 31 de diciembre de 2018

LA CULTURA DEL LIBRO


LA CULTURA DEL LIBRO, ¿EMPOBRECIDA?

Por: Santiago Mesa

La cultura del libro prolifera alrededor del mundo, para comprobarlo es suficiente con mirar ciudades representativas en la producción y divulgación de conocimiento, como Bogotá, Buenos Aires, Ciudad de México, Frankfurt, Londres, Madrid, Medellín, París, San Francisco o Santiago de Chile para darse cuenta de ello.

Aunque algunos sostienen que el libro es más un bien raro y exquisito que ha caído en desuso y se encuentra en peligro de extinción, este todavía es una de las herramientas más poderosas para acceder al conocimiento y la cultura, por lo que debemos esforzarnos para que no desaparezca.

*Ferias del Libro en el Mundo:
Encabezando las 10 primeras Ferias del Libro en cantidad de asistentes y material disponible, está la Feria del Libro de Frankfurt, creada hace 500 años a partir de la popularización de la imprenta de Gutenberg*



Ahora, por «cultura del libro» se entiende un conjunto de comportamientos, conocimientos, instituciones y valores que son construidos por las comunidades de lectores y escritores que buscan mantener al libro en su papel protagónico como fuente de conocimiento universal para los pueblos.  Hacia este propósito se encaminan esfuerzos de las diversas comunidades de lectores y escritores que se reúnen periódicamente en espacios culturales.

Pero la construcción de una cultura universal del libro, desde los espacios locales, enfrenta grandes retos, que no son necesariamente negativos.  Uno de ellos (bastante positivo) es la subjetividad que marca la apreciación que cada lector hace sobre el valor que un libro específico tiene como referente para construir cultura.  Cada lector escoge sus libros basándose en valores propios; le da prelación a los que pertenecen a un determinado género literario; prefiere los que están escritos en un idioma que domina mejor; lee más a los escritores de una región del mundo y, en fin, construye una selecta colección de libros, que integran orgullosamente su biblioteca personal, de acuerdo a los criterios más variados.

Contrario a lo que sostienen algunos, la subjetividad expuesta es positiva, ya que gracias a ella los lectores –que por naturaleza son diferentes, pues son en ese sentido son seres humanos como todos– pueden satisfacer sus gustos personales y contribuir a la construcción de una cultura que reconozca la diferencia como un elemento enriquecedor, un incentivo para retar y mejorar nuestra capacidad de convivir, además de contribuir a preservar un inmenso acervo de conocimiento construido de manera plural.

Si no fuera así, si la cultura se construyera de acuerdo a un conjunto uniforme de valores establecidos por alguna autoridad, asistiríamos a la hecatombe del conocimiento, donde aquellos que no lograran pasar a través del filtro de alguna subjetividad que pretenda imponerse sobre el resto correrían el riesgo de ser borrados de la memoria de los pueblos.

No obstante, además de los retos positivos, la construcción de una cultura del libro debe arrostrar problemas serios.  Uno de ellos –que parece el más crítico– es el acceso limitado a los libros, pues por diversas razones aquellos son cada vez más costosos, lo que los hace inasequibles para una gran cantidad de lectores.  Y si bien adquirir un libro físico no es el único medio para acceder al conocimiento y la cultura contenidos en él, sí ha sido el medio tradicional de construir una «cultura literaria» basada en el consumo (cosa muy triste, pues se trata al libro como mera mercancía).

En ese sentido, el limitado acceso a los libros es un problema serio, especialmente para aquellos que no pueden asumir los costos de construir una biblioteca personal rica, variada y que esté a la vanguardia; pues es importante que toda colección incluya, junto a los llamados «clásicos de la literatura universal», las obras de autores contemporáneos, que se están pensando el mundo reflexivamente en sus textos y de esa manera contribuyen a la creación de conocimiento y cultura.

*¿Cómo está el panorama de la lectura en Colombia? ¿Se lee mucho o poco en el país? 
En 2016, EL TIEMPO publicó un especial que refleja cuál es la situación en el país, a partir de los datos de la Encuesta Cultural Dane 2014.












© Copyright. EL TIEMPO. 

Son precisamente esos libros –los contemporáneos, los de vanguardia– los más costosos, raros o difíciles de encontrar, junto con los de literatura académica especializada que casi siempre se elevan por las nubes.  En contraposición es relativamente fácil encontrar ediciones asequibles de algunas obras clásicas, aunque estén muy manoseadas.

Además, el hecho de que sea difícil acceder a los libros contribuye al mantenimiento de ciertas relaciones de dominación social: permite la consolidación de una clase intelectual hegemónica y soberbia, que mantiene su estatus excluyendo del conocimiento a las masas empobrecidas económica e intelectualmente (incluso frustran los intentos de muchos por superar su condición desde espacios como la Academia o la Universidad).

Dicha clase hegemónica se parece bastante a la clase de los «magos del saber» (y la de algunos enciclopedistas) que dominó la tradición intelectual (de Occidente especialmente) durante la Edad Media y los albores de la Modernidad.

*¿Y cómo está el panorama de lectura a nivel global? ¿Cuáles son los países que más leen? 
Según el ranking de World Culture Score Index, teniendo en cuenta el promedio de horas semanales que dedican los habitantes de un país a la lectura, los primeros puestos los ocupan: India (10, 42 h), Tailandia (9, 24 h) y China (8 h). Mientras que los últimos son: Brasil (5, 12 h), Taiwán (5 h), Japón (4, 06 h) y Corea (3, 06 h).


https://www.culturamas.es/blog/2017/06/23/los-paises-mas-lectores-del-mundo/

En conclusión, si bien no son pocos los retos y problemas que debemos arrostrar –como parte de una comunidad de lectores y escritores– para construir cultura en torno al libro, como herramienta fundamental que es para llevar a todas las mentes la claridad iluminadora del conocimiento, jamás debemos rendirnos en tan loable tarea.  Además, debemos construir cultura concienciando a nuestros pares sobre la importancia de actividades que deben ser para nosotros familiares: la lectura y la escritura.

Cabe agregar que estas actividades pueden ser entendidas desde dos asertos fundamentales: primero: leer y escribir bien hacen parte del arte de pensar –como lo diría Schopenhauer–; segundo: la lectura y la escritura, más que actividades, son los medios fundamentales para la creación y transmisión de conocimiento desde que nuestra especie los inventó para trascender el limitado acervo de conocimiento transmisible mediante la tradición oral.



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